miércoles, 26 de junio de 2013

LUPITA, POR FAVOR
 
Lupita no me hacía caso y en vez de dejarla a un lado la puse encima de la mesa. Me acongojaba un sentimiento extraño cuando decidí que tenía que arrugarla para que ningún otro la pudiera poseer. La pisoteaba entre los andeles de una alegría miedosa. Más tarde, cuando por mi mamita yo creía que estaba acabada, me miró. Entonces decidí cortarla en pedazos con mi navaja. El error ya estaba hecho y no podía volver atrás; fue cuando con mi lumbre la quemé. Ahora doy suerte que destrocé su foto y solo pienso en pedir perdón a Lupita.

 

En las obsesiones se ha de tener en cuenta que no se ama, que se destruye a la persona destruyéndose a uno mismo. Es como cuando se pone empeño en concentrarse para leer algo y no se consigue, lo único que genera es un malestar irritable además de no conseguir el objetivo.
En cambio para el payaso es un arma cuando centra toda su atención en algo que solo recibe catástrofes. Obcecado en una actividad que no le sale, volviendo una y otra vez (porque tozudo es) y transmitiendo mientras esas emociones al público.
Exponiéndose, ya que así lo ha querido, a unas personas que se ríen de su torpeza y en el fondo saben que corregirá sus errores dándose por vencido por la situación.
Cuantas calamidades se podrían evitar si tuviéramos un “espíritu clown” y nos diéramos cuenta de que por más que lo intentemos no lo llegaremos a conseguir, que no es el camino adecuado.

En las obsesiones además se muestra un falso ego, una falsa personalidad. El ego que sale sin más, al creernos inferiores, al estar unos peldaños por debajo de la situación y que forzosamente queremos mostrar que estamos a la altura de las circunstancias.
La solución puede ser bien fácil. Se tiene que asumir la realidad como hace el clown una vez se da cuenta que no puede con aquello (ya más seria aburrido) y encontramos un cierto bienestar al volver a la realidad.

 
Como el dibujo animado que imagina e imagina, enseñando al niño que imaginar es bueno porque  vuelve su amigo a la realidad en los finales lógicos. Es decir, lo que hace que un dibujo enseñe y sea didáctico es que vuelva a una normalidad clara y lógica.
La lástima es que los adultos olvidamos y con frecuencia pensamos que lo que enseñamos a los niños es solo para ellos. ¿Qué harían los niños si supieran que todo es una gran mentira? ¿que no hacemos caso de lo que les queremos imponer?
Los adultos olvidamos que un día fuimos niños.

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