El buen artista es el que amplia
nuestro campo de visión, el que nos enseña los distintos caminos ante la
adversidad. El que nos dice que no todo es blanco o negro y nos muestra los
distintos colores en el arco iris. Colores que surgen de la variedad y la
superación; de cuando hay mal tiempo pero se intenta sobreponer el bueno. Es
decir de cuando llueve pero también hace sol.
Esta es una de las tantas
alternativas que muestra el artista.
Cuando vemos un espectáculo de circo,
este nos eleva. Nos hace creer en nosotros mismos. Nos dice que todo por muy difícil
que sea, es posible. Vemos un buen trabajo hecho desde el esfuerzo y el corazón
representado en ese mismo instante, en vivo. Que controla el riesgo y lo
imposible. Todo esto verlo in- situ es de un gran impacto.
Y es que esforzarse en superar los obstáculos
es de admirar por todo el mundo. Es un lenguaje universal traducido a todas las
lenguas y todos los corazones. Si además
se suda la gota gorda en conseguir un objetivo es un trabajo sincero y que llena.
Así es como trabaja el artista de circo. Nosotros al ver este espectáculo nos
sentimos capaces de hacer las cosas con más facilidad. Eso sí, sin olvidar el esfuerzo
y la pasión.
Todo esto trabajado desde la humildad
porque en cuanto vemos
a un artista superbo en sus acciones
ya no nos identificamos con él.
Un artista que no mantuviera el
control nos daría la sensación de peligro,
de explotar en cualquier momento como
una olla exprés. Se enfrentaría al público y nos daría la sensación de no ser un
profesional. Sería otra clase de espectáculos, más adentrados en la lucha, en
el dominio sobre el otro. Pero el artista de circo nos tiene que divertir y
hacer creer en nosotros mismos des de un plano igualitario.
No tendríamos que dudar en elegirlo
como amigo, porque los amigos se eligen y todos elegimos lo mejor para nosotros.
Buscamos lo autentico, lo no
artificial. Y eso enseguida se reconoce y seguramente sea lo que se convierte
en un modelo que seguimos.
Hacemos en la imaginación una figura cercana
a nosotros con una personalidad propia e imitamos sus gestos, porque sabemos
que no nos decepcionara.
Lo falso, lo artificial sí que
decepciona. Lo autentico jamás...
¿Volamos?